«Queríamos reformarnos las vidas, curarnos las heridas, taparnos las cicatrices y arreglarnos un poco la tristeza, pero se nos olvidó que éramos dos ruinas a punto de derrumbarse, éramos el árbol torcido, el cristal a punto de romperse en mil pedazos, la noche más fría del invierno, las calles desiertas, los días perdidos. Éramos la soledad, la oscuridad, los grados bajo cero, la inestabilidad, el precipicio... Y se nos olvidó que se nos olvidó querer, que ya éramos causas perdidas, que no teníamos remedio.
Dicen
que el amor también puede ser
una
bonita (y jodida) forma de morir,
y
creo que no se equivocan.»
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