Y te
despiertas un día más, pero hace tiempo que no tienes motivos suficientes para
levantarte. Es la hora de comer, pero la casa está sola, como tú desde hace
tiempo.
Echas de
menos su voz, sus tonterías, sus mensajes por sorpresa o hasta cuando se
quemaba con el café por las mañanas porque siempre iba con prisa.
No tienes
ganas de ponerte a cocinar, ni de comer, sólo quieres llorar, sólo quieres que
vuelva… o quizás sólo quieres volver sonreír, sonreír de verdad, como hace
tiempo no lo haces.
Y te das
cuenta de que ha pasado el tiempo, pero no has sabido superarlo, aún no has
podido aceptar que la historia terminó… “Ojalá estuviese aquí”, piensas.
Te das
cuenta, tarde, de que hay oportunidades que sólo pasan una vez en la vida y de que,
si no valoras lo que tienes, quizás tengas
que lamentarlo siempre. “Ojalá hubiera hecho las cosas cosas bien” lamentas
ahora.
Y es que hace
tiempo que no brillas, que tus ojos no logran apagar un poquito al mundo. Quizás
te has olvidado de lo bonito que es sonreír por alguien o de lo que era ser
feliz. O, quizás, piensas mientras se te cae una lagrima, todavía no estás
capacitada para superar algunas pérdidas, quien sabe.
Corres cada
vez que suena el teléfono con la esperanza de volver a escuchar su voz al otro
lado. Miras todos los días el buzón esperando una carta, una nota que al menos
te diga que las cosas le van bien. Esperas que un día… tarde o temprano, acabe
el interminable invierno en el que se ha convertido tu vida.
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