Hace
unos días hablando con un amigo me di cuenta de que, hasta ahora, estaba
bastante equivocado. Siempre he tendido a pensar que, ser sensible era ser débil,
y he llegado a la conclusión de que no es así. Y os explicaré por qué.
Es
cierto que soy una persona bastante sensible. Soy muy de mostrar mis
sentimientos a los demás, de abrirme, de expresarme, de reír siempre que puedo
hacerlo, pero también de esos que no tienen miedo a llorar con la cara
descubierta.
De los
que se le caen las lágrimas viendo un programucho, una serie o una buena película.
De los que siempre intentan ponerse en la piel de los demás. De los que odian
las noches porque es ese momento del día en el que uno está solo y los
recuerdos le vienen a la cabeza.
Me he
dado cuenta que soy sensible por un montón de razones, pero que, sin embargo,
soy más fuerte de lo que me creo, soy mucho más fuerte de lo que pienso que
soy.
Soy
fuerte porque no tengo miedo a ser yo. Soy fuerte porque puedo expresar mis sentimientos,
porque puedo hablar de ellos. Soy fuerte gracias a las pérdidas que, como en su
día os conté, a veces son ganancias.
Soy
fuerte porque he tenido que crecer sin una mamá, porque he tenido que
despedirme de personas a las que me hubiera gustado tener siempre, porque como
muchos he tenido que aguantar que me insultasen en los pasillos de un
instituto, porque como otros tantos, yo también me he enamorado de alguien que
terminó yéndose, de alguien que me dejó en la mierda.
Pero, sobre
todo, soy fuerte porque SIEMPRE he sabido seguir adelante, porque siempre he
sabido seguir por muy difíciles que estuvieran las cosas, por muy oscuro que
estuviera el camino, porque nunca me he rendido.
¿Y sabéis
una cosa?
Estoy
seguro que vosotros también sois más fuertes de lo que os creéis, así que… por
muy difíciles que se pongan las cosas, no os rindáis, NUNCA.
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