Hace
tres años decidí abrir este blog porque creía que expresarme, poder contar lo
que siento, poder abrirme a alguien que está al otro lado sin sentir vergüenza,
poder abrir mi corazón… me ayudaría a seguir adelante.
Porque
a veces, y aunque suene algo triste, sólo nos queda eso. Escribir. Porque
escribir es algo así como una medicina, como una vía de escape a los problemas,
como la salida de emergencia a una vida en blanco y negro en la que nadie está
dispuesto a quedarse demasiado tiempo, en la que nadie está dispuesto a poner
la mano en el fuego por mi por miedo a terminar quemándose.
Y de
vez en cuando me dejo caer por aquí, porque a veces, son los desconocidos, esa
gente que no conoces, esa gente que está al otro lado de la pantalla, los que
más te comprenden, los que no te juzgan, quienes más se ponen en tu piel… tus
grandes confidentes.
Y es
por eso que hoy sólo puedo daros las gracias infinitas por ser hogar entre
tanta lluvia, entre tantos días tristes. Y es que a veces no hay nada mejor que
sentir el calor de esa gente que, aun estando lejos, aun sin conocerte, te está
acompañando en el viaje.
Por eso
este abrazo es para ti. Sí, para ti.
Porque
yo también quiero acompañarte en el camino.
Porque
no estás solo y te prometo que juntos, podemos con todo.
Gracias
a los que han seguido mi blog durante todo este tiempo,
a los
que os incorporáis. A los que sois. Únicos. Y grandes. Confidentes.
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