Rectifiqué
mis errores hasta que se acabó la tinta del bolígrafo: la esperanza. Parece que
a las rocas no les duela que las olas choquen contra ellas, pero terminan
erosionándolas. Algo parecido me ocurre a mí. Sobrevivir no significa que no
siga muriendo.
Comprendí,
entonces, que las catástrofes se levantan temprano y que las alarmas no siempre
nos despiertan a tiempo. Cuando veo un avión surcar el cielo desearía estar en
él e irme lejos. Lejos. Desaparecer o hacer que tú dejases de aparecerte en
cada esquina de mis recuerdos, en las que te prostituyes gratuitamente cada
noche, cuando dormir me lleva a soñar contigo y a despertar echándote de menos.
Ya no me queda piel donde puedas clavarme tus espinas. Y es que, a algunas personas un clavo les saca otro clavo, pero a otras se les van acumulando, como si fuesen cicatrices. Me voy a subir al próximo tren que llegue, sin importar a dónde va o si algún día vuelve, porque estas cuatro paredes me recuerdan a ti.
Ya no me queda piel donde puedas clavarme tus espinas. Y es que, a algunas personas un clavo les saca otro clavo, pero a otras se les van acumulando, como si fuesen cicatrices. Me voy a subir al próximo tren que llegue, sin importar a dónde va o si algún día vuelve, porque estas cuatro paredes me recuerdan a ti.
Tú sonreías y yo intentaba que no me brillasen los ojos. O me cogías de la mano e intentaba no temblar demasiado. Es una putada que el mundo ya no crea tanto en el amor. Debería volver a las hojas en blanco y no a escribirte poemas en ellas. Debería. Pero el problema es que no sé salir de las cosas sino es jodiéndome hasta el fondo, como si la única forma que tuviese de escapar fuese perdiéndome del todo.
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