Hoy, 12 de
Agosto, como cada 12 de Agosto desde hace 12 años, es un día bastante
complicado para mí. Tal día como hoy de hace justo 12 años perdí a mi mamá,
cuando sólo tenía 6 años.
Perder a la
persona que te ha dado la vida es jodido, y más en esa edad, cuando sólo eres
un niño y no entiendes porque tu madre se ha ido de un día para el otro.
Muchísimas
veces a lo largo de estos años me he sentido solo. El calor y el cariño que te
da una madre no te lo puede dar nadie. Muchas veces he necesitado contarle mis
problemas a alguien, otras he sentido la necesidad de llorar y nunca he tenido
un hombro en el que apoyarme realmente.
A veces, me
gustaría llegar a casa y que me echaran la bronca por llegar cinco minutos
tarde o que me insistiesen para que recogiera la habitación. Me gustaría llegar
a casa y darle un beso y un abrazo, sonreírle, contarle mis cosas, pelearnos
por tonterías, felicitarle por su cumpleaños…
Sé que todas
las madres no son iguales, pero yo siempre he querido tener una, siempre pienso
que mi vida sería muy diferente si ella estuviera aquí, conmigo, a mi lado.
Me da
muchísima rabia cuando miro a mí alrededor y veo que muchas personas de las que
tengo al lado no saben valorar realmente lo que tienen, no saben la suerte que
tienen de tener una madre que daría su vida por ellos.
Realmente
siento una profunda tristeza cuando alguien trata mal a la persona que le ha
dado la vida. Creo que todas las madres quieren lo mejor para sus hijos, aunque
a veces, como todas las personas, cometan errores o se equivoquen.
Creo que en
muchísimas ocasiones no nos damos cuenta de lo que tenemos y lo lamentamos
cuando ya lo hemos perdido, lo lamentamos por desgracia demasiado tarde.
A esta
segunda publicación la he querido titular “Pérdidas y ganancias” porque aunque
perder a una madre es algo jodido, es una pérdida dura y algo por lo que un
niño de 6 años no tendría que pasar, también hay algunas ganancias.
Como decía
Albert Espinosa, uno de mis escritores favoritos, en uno de sus libros, “Con los años, las pérdidas se convierten en
ganancias.” y creo que es una frase muy acertada.
En muchas
ocasiones me hubiese gustado tener el cariño, protección y calor de una madre,
por eso soy una persona bastante cariñosa con todo el mundo.
Con los
años, y tras pasar por todo eso, he ganado mucha madurez para la edad que tengo,
mucha fuerza y también valor. He aprendido también a dar importancia a
aquellas cosas que realmente tienen importancia y a no preocuparme por tonterías.
He aprendido a valorar las pequeñas cosas y los pequeños detalles.
Con el
tiempo, te das cuenta de que todo lo malo se termina, de que no toda tu vida va
a ser negra, de que el dolor desaparece y aprendes a sonreír, de que tras la
tormenta llega la calma. Con el tiempo, te das cuenta, de que todo lo malo por
lo que has pasado te ha servido para evolucionar, crecer, madurar como persona.
Te das cuenta de que a veces, realmente, las pérdidas pueden ser ganancias.
Hoy, esta
publicación, va por ella, por mi madre.
Allá donde
estés, te quiero, mamá.
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